domingo, 20 de junio de 2021

Ocurrió en una cacería de coches

 

Porque la ficción sólo es una forma absurda de relatar los hechos.

Estoy cada día más sorprendido de los fandom que integran mis hobbys.

Es más que obvio que, no importa a que le dediques tu mata-tiempos, todo tiene algo malo:

Kartismo: Los malos perdedores o las doñas que les gusta ir lento con sus parásitos a los que les llaman niños, como si eso fuese un carrusel.

Clubs de fans de series: Fetiches raros, confesiones enfermas y apoyo imbécil a la comunidad LGBTQBLEHBLAH.

Tejido y Macramé: Una red de contrabando y conspiración que se identifica por el uso de mantelitos base para figurillas de cerámica.

Y por supuesto: Los coleccionistas de Hot Wheels.

En este hobby hay un montón de desgracias; desde niños que pintan vehículos Bugatti con pinta-uñas, hasta gente que compra cajas sin control y te deja hurgando las sobras en algún centro comercial.

Ni se diga las búsquedas del tesoro.

Si estás en esto por ese motivo, déjame decirte que es más productivo y fructuoso inyectar tus heces líquidas en las personas para volverlas coprófagas, porque nunca, repito, NUNCA de los NUNCA he visto un "búsqueda del tesoro" colgado en tiendas.

Eso te diría sin embargo...si no fuera por el asunto que nos trae acá.

La joya topada en una plaza comercial.

Ayer a tempranas horas nocturnas, se me ocurrió visitar una plaza cualquiera. Me llevé mi billetera y a Bubbles como medio de transporte fugaz.

¿Objetivo?, entrar y salir; buscar una pieza 1/64 vistosa, ya que tengo una colección excepcional.

Bubbles, tomando el estacionamiento.

Bajo y me dirijo al local de juguetes. Está abierto, por suerte.

Localizo el estante donde se exhiben los famosos carritos, y, como es común, observo a sus potenciales clientes: Un hombre de traje que parece haber huido de una conferencia, y un sujeto rubio casual de 30 años.

Ambos mantenían vigilia en busca de una pieza en particular. Incluso hacían a un lado modelos interesantes como vochitos caricatura o exóticos coloridos.

Repentinamente, el sujeto de traje preguntó al empleado de turno si habían traído más cajas, a lo cual, este respondió que había un tercer individuo que había comprado las últimas 2.

Todo habría sido una horrenda decepción, de no ser porque el perpetrador de dicho crimen aún estaba en el local.

¿Evidencia?, atacaba a una aprendiz de empleado del sitio a punta de griteríos. La acusaba de haber escondido los mejores carritos en algún espacio de "Only Employees".

Nuestro integrante rubio salió en defensa de la pobre mujer, tratando de calmar el huracán de berrinches que el sujeto emitía. En su lugar, el hombre de traje simplemente recogía los regados y veía los blister en la búsqueda de un detalle, alguna marca que nuestro despistado amigo haya pasado por alto.

La discusión terminó en nada, y el pobre enfermo parecía que se marcharía con las manos vacías de no ser por un detalle: el mostrador.

El empleado antes mencionado había guardado un cochecito ingeniosamente justo detrás de unos envoltorios brillantes con armables tipo LEGO dentro.

Se trataba de un modelo japonés color verde metálico, "510" ostentaba en sus tampos, seguido de la marca "TH" en blanco, con pequeños rodados dorados.

como este trabajador no se encontraba en su puesto (ya que al terminar de hablar con nosotros había salido por un whopper), nuestro desquiciado protagonista le pidió ansioso al tipo de la registradora el vehículo en muestra.

Pareció tomarlo despistado, o quizá no sabía la intención de ocultarlo de sus compañeros, puesto que tomó el coche y lo cobró sin más; debo mencionar que aún no concretaba la transacción.

Algo burlón, fui al mostrador y le di el monto: un equivalente a un dólar con 50.

El empleado me otorgó el coche junto con el ticket y la despedida usual.

El tipo quisquilloso de antes, me miró con alto desprecio y ansiedad, tanto que podía leer amenazas de muerte en su mirada. Esto me importó poco y retrocedí con el tipo rubio para observar que hallazgos se había topado de los colgados.

Tan distraído estaba, que me tomó por sorpresa un ruido estridente, un empujón seguido de varias piezas cayendo por el suelo. Al voltearme, topé la escena: Don berrinches estaba abatido en el suelo, había empujado el mostrador por el impacto y varios juguetillos cayeron del otro lado. 

Por si fuera poco, el cajero quedó espalda a la pared, capturado por el estante.

Parece ser, según el testimonio de los presentes, que el sujeto, en un arranque de desesperación, trató de abalanzarse hacia mi y quitarme el auto de las manos.

Sin embargo, yo sin darme cuenta, di la vuelta en uno de los pasillos y el tipo no pudo detenerse, por lo que se precipitó contra la estación de cobro.

 

Algo así, pero con juguetes pequeños regados al piso, y el mono estaba bajo todo el reguero.

Ya afuera, vi que el tipo rubio logró conseguir algunos modelos interesantes: varios clásicos y, el que me llamó a mi siguiente movida, un Nissan R390 azul.


Llegué a hablar con él y, luego de un trato convincente, logré cambiarle el Datsun "Búsqueda del tesoro", por el Nissan deportivo.

Un japonés, por otro japonés. Un trato justo.


Y acá terminó, en la colección de carritos más excepcional de todo el país.

Me dispongo a despedirme de ustedes, audiencia conocedora, ustedes saben, ocupaciones de Kid-dult primermundista en el tercer mundo. Veremos que otras locuras nos depara el año.

Próximamente: Huffman se infiltra en un movimiento Black Lives Matter para desmantelar la organización y transformarlos en un chingón grupo de rap de los noventas.